El cuerpo ha sido
siempre centro de atención para los seres humanos, al igual que para los
animales, tal y como lo demuestran las primeras pinturas rupestres o los
jeroglíficos egipcios, entre otros testimonios de la antigüedad. No obstante,
esa mirada a nuestra parte exterior no ha sido dirigida siempre de la misma
manera: cada civilización –influida en muchos casos por las corrientes
religiosas-- ha creado su propia imagen del cuerpo, presentándolo a veces como
un don del que disfrutar y presumir o, en otras ocasiones, como la parte
imperfecta del ser humano a la que había que reprimir.
En cualquier caso, sobre lo que no
cabe ninguna discusión es que el cuerpo “es nuestra primera realidad, nuestro
estado aprehensible y tangible y nos revela nuestra propia presencia y la de
nuestros semejantes”, y la Educación Física ha hecho referencia a lo largo de
su historia a dos cuestiones fundamentales en lo que se refiere al cuerpo: su
apariencia y su competencia, es decir, cómo es y qué es capaz de hacer (Sierra
Zamorano, 2007) .
Esta concepción positiva del cuerpo,
que plantea sus posibilidades, ha tenido que hacer frente a la influencia de la
religión y al tradicional dualismo entre cuerpo y alma que ésta plantea, dando
siempre prevalencia al alma como ente perfecto y relegando al cuerpo a un
ámbito 'pecaminoso'. No obstante, desde mediados del siglo XX esta presión fue
cediendo y las ciencias comenzaron a estudiar el cuerpo como cualquier otro ser
vivo.
De hecho, en el psicoanálisis, el
cuerpo es el eje en torno al que gira toda la existencia de la persona y el
estadounidense de origen austríaco Paul Schilder (1988) elaboró, desde la
perspectiva de la neuropsiquiatría, su teoría sobre la imagen corporal a partir
de las contribuciones hechas por la Gestalt y el psicoanálisis, y formuló el
concepto de “imagen del cuerpo” para designar “la representación que nos
formamos mentalmente de nuestro cuerpo, es decir, la forma en que éste se nos
aparece”.
Schilder pone de manifiesto que los
seres humanos elaboramos nuestra imagen corporal de acuerdo con las
experiencias adquiridas mediante las acciones y actitudes de los demás, que
pueden consistir en palabras o acciones dirigidas hacia nuestro cuerpo. No
obstante, aunque la imagen del cuerpo se construye, no todos lo hacemos de la
misma manera, ya que aquélla se basa en asociaciones, en la memoria y en la
experiencia, también en intenciones, propósitos de la voluntad y tendencias.
Por eso, aun ante la misma apariencia corporal, cada persona tiene una
sensación o imagen diferente.
Lo que está claro es que la imagen
corporal está en continua formación y variación, que es un proceso siempre
inacabado y para transformarlo el ser humano utiliza mecanismos como la ropa o
la cosmética, pero también otros mecanismos, como la Educación Física pueden
ser formas de transformación de ese autoconcepto sobre el propio cuerpo.
El sociólogo Pierre Bordieu (1991)
también se refiere al cuerpo humano, al que denomina “capital cuerpo”, y dice
de él que es la expresión más permanente del ser, lo que mejor muestra la
verdadera esencia de su naturaleza, porque “lo que se aprende por el cuerpo no
es algo que se posee, como un saber que uno puede mantener delante de sí, sino
algo que se es”.
Por ello, podemos concluir que el
cuerpo es el primer elemento tangible de la propia existencia humana y, además,
el instrumento con el que aprehendemos el mundo, nos expresamos y comunicamos,
conformando una herramienta sobre la que creamos un concepto individual que va
cambiando con el paso del tiempo.
Entrando en el ámbito propiamente
educativo, Barberó González (1996) asegura que “la escuela en general siempre
trató de silenciar y paralizar al cuerpo, ya que los procesos de
enseñanza-aprendizaje siempre han propiciado (y siguen haciéndolo) de una
manera hegemónica procedimientos intelectuales, incorpóreos, reforzando así la
tradicional concepción dualista del ser humano”.
Por el contrario, la Educación
Física siempre se ha apoyado en el cuerpo como primer y principal referente,
aunque en ocasiones tomando como referencia el “cuerpo-máquina” y el movimiento
“eficaz” por encima de la reflexión sobre el movimiento por parte del alumnado.
Al respecto, Benilde Vázquez (1989) define tres corrientes educativas que se
han configurado sobre el cuerpo en la Educación Física del siglo XX: el cuerpo
acrobático (que haría referencia al deporte); el cuerpo pensante (que podría
asimilarse a la psicomotricidad) y el cuerpo-comunicación (que correspondería
con la expresión corporal).
Para el pedadogo y maestro de
Educación Física Alfredo Furlán (1996), hablar del movimiento como un ente
abstracto y separado del cuerpo es como hablar del aprendizaje sin alumno. Ambos van íntimamente ligados y permiten
lograr aprendizajes significativos para construir la identidad personal, basada
en primer lugar en la identificación del propio cuerpo.
Una vez realizada esta aproximación
al concepto de cuerpo e imagen corporal, cabe recordar que la presente unidad
didáctica se ha realizado en virtud de los objetivos y contenidos incluidos en
el decreto 11/2007, de 20 de julio, de la Generalitat Valenciana, por el que se
establece el currículum de la Educación Primaria en la Comunitat Valenciana,
que resalta en el área de Educación Física la necesidad de incorporar a la
educación “aquellos conocimientos, destrezas y capacidades relacionadas con el
cuerpo y su actividad motriz que contribuyen al desarrollo integral de la
persona y a la mejora de su calidad de vida”.
El texto legal recuerda que “existe
una demanda social de educación en el cuidado del cuerpo y la salud, en la
mejora de la imagen corporal (…) y nuestra sociedad está concienciada de que
nuestra corporeidad es una fuente de aprendizaje, de bienestar, de salud, de
placer, de esparcimiento”.
En esta unidad didáctica centraremos
nuestra mirada en el primer bloque de contenidos, relativos a la imagen y
percepción del cuerpo, aquellos que permiten el desarrollo de las capacidades
perceptivo-motrices, con el objetivo de adquirir un conocimiento y un control
del propio cuerpo que resulta determinante para el desarrollo de la propia
imagen corporal y para la adquisición de posteriores aprendizajes motores.
Aunque los fundamentos teóricos
incluyen la percepción del cuerpo y la estructuración del mismo junto al
espacio y el tiempo, nosotros nos centraremos de la utilización,
percepción, identificación y representación del propio cuerpo.
Por ello, debemos primero prestar
atención al concepto de esquema corporal, entendido como “la conciencia que
tenemos de nuestro cuerpo, de la situación y relación entre los diferentes
segmentos que lo componen y de cómo el sujeto lo va percibiendo a lo largo de
su vida” (Díaz y Navarro, 2012). La estructuración del esquema corporal, según
estos mismos autores, se alcanza cuando el niño es capaz de adquirir un
conocimiento del mismo, identificarlo, interiorizarlo y representarlo en
relación a sí mismo y a los demás, así como utilizarlo de manera eficiente y
eficaz.
El proceso de adaptación y acomodación
del cuerpo con el medio depende de la maduración del sistema nervioso central y
la experimentación y exploración, a través de las capacidades senso-perceptivas
y motrices favorece la estructuración del esquema corporal.
Vayer (1973) entiende
que la acción corporal y la elaboración del esquema corporal se lleva a cabo a
través de una relación constante entre el yo (construcción de su yo corporal) y
el mundo de los objetos (percepciones, organización, relaciones entre ellos). A
partir de la interrelación de estos tres modos de relación, el niño va
elaborando su esquema corporal, de acuerdo con las leyes de maduración
neuromuscular (la ley cefalocaudal dice que el desarrollo madurativo corporal
se dirige desde la cabeza hacia las extremidades y la próximodistal, que se
dirige desde el centro del cuerpo hacia la periferia).
Diferentes autores indican que la
construcción del esquema corporal también se adquiere por medio de múltiples
experiencias psicomotrices mediante las informaciones que proporcionan los
órganos de los sentidos y todas las sensaciones propioceptivas que surgen, en
el propio movimiento corporal (Díaz y Navarro, pp 89-90).
Antes hablábamos de la importancia
de que los niños tengan conciencia de su propio cuerpo, para lo que es necesario
tener en cuenta que el cuerpo recibe una serie de sensaciones de forma
progresiva, que pueden ser interoceptivas, propioceptivas y exteroceptivas. Las
primeras se refieren a las sensaciones a nivel interno que tiene el cuerpo
humano sobre el estado de sus vísceras u órganos y los receptores sensoriales
son los vasos sanguíneos y terminaciones
nerviosas. En cuanto a las propioceptivas, son las sensaciones que obtiene uno
de su cuerpo, estático o en movimiento, facilitándole la percepción del mismo,
como el equilibrio a través del oído o las informaciones tacto kinestésicas,
sobre el estado de movimiento o relajación de nuestro cuerpo. Por último, las
exteroceptivas son las sensaciones que surgen de la utilización de objetos para
realizar una acción de movimiento en el tiempo y en el espacio. Las fuentes de
información son la visual, auditiva y táctil.
Por tanto, podemos resumir que
esquema corporal equivale a la representación mental de nuestro cuerpo: el niño
o niña va descubriendo su cuerpo y sus posibilidades a través de su actividad
corporal instintiva al principio e intencional –esta es en la que
intervendremos-- después.
Le Boulch (1978) distingue en la
estructura del esquema corporal tres etapas, que irían asociadas a la
maduración neurológica. Se trata de las siguientes:
En la primera (0-3años) el niño
comienza a conocer el mundo que le rodea, es la etapa de exploración a través
de la acción y en ella se da la primera imagen del cuerpo identificado por el
niño con su propio yo. Después, (3-7 años), el niño va descubriendo y
diferenciando su yo, partes grandes y segmentos corporales. Es la etapa de la
diferenciación y se caracteriza por el desarrollo progresivo de la orientación
del esquema corporal y la afirmación de la lateralidad.
Finalmente, (7-12 años) aprende a
organizar y representar mentalmente lo percibido. Es la etapa de la utilización
de su yo, de su esquema postural y de acción.
Por tanto, vemos que el esquema
corporal se va formando de manera paralela al desarrollo neuromotor de los
niños, pero aún tenemos que hablar de otro concepto que nos será útil para
trabajar la presente unidad didáctica: la imagen corporal.
Por imagen corporal se entiende “la
visión que uno tiene de sí mismo, diferente a la de otros” (Díaz y Navarro p.
91) y Cratty (1982) dice que ésta “incluye todas las respuestas que el niño
formula en relación con las dimensiones, la forma y los componentes de su
cuerpo, así como en relación con las capacidades motrices que advierte en su
cuerpo y las interacciones de este con el ambiente”.
¿Cómo toma conciencia un niño de su
imagen corporal? El mecanismo, según los expertos, es similar al del esquema
corporal, con una evolución especialmente significativa en los primeros años de
vida. No obstante, la interiorización de los diferentes componentes del cuerpo
surge después de la capacidad para mover sus partes.
Siguiendo el esquema anterior, nos
encontramos con varias etapas:
A los 3
años...
|
El niño
puede señalar y nombrar partes de su cuerpo como las manos, brazos, cabeza,
boca, ojos... aunque le es más fácil señalarlas en un muñeco que en sí mismo
|
A los 5
años...
|
Ya hay
una conciencia, es la etapa del cuerpo percibido, que culmina on el
reconocimiento de su propia imagen en el espejo, diferente a la de los demás.
El niño puede nombrar y señalar partes del cuerpo con más detalle, como hombros, pestañas o codos.
|
A los 7
años...
|
Hay una
progresiva interiorización y toma de conciencia del propio cuerpo, es la
etapa tránsito del cuerpo percibido y comienzo del cuerpo representado.
El niño es capaz de dibujar las diferentes partes del cuerpo.
|
Con el objetivo de elaborar un test
de imagen corporal que no estuviera determinado por el vocabulario del niño,
los psicólogos Bergés y Lézine idearon uno para evaluar la conciencia corporal
según la exactitud con la que puede imitar los gestos que el examinador ejecuta
con distintos miembros de su cuerpo. El ejercicio incluía dos partes, una con
gestos simples y otra con gestos complejos.
Pues bien, estos profesionales
comprobaron cómo los gestos que les resultaban más fáciles de imitar eran los
que consistían en la adopción de posiciones estáticas, por lo general del brazo
o la mano. Más difíciles les parecían aquellos en los que había que mover
varias partes del cuerpo al mismo tiempo. Este es uno de los enfoques
utilizados para evaluar la imagen corporal, aunque ha recibido críticas que consideran
que confunde la imagen corporal con la percepción visual de movimientos del
examinador.
También Adams y otros idearon un
test de apercepción somática para evaluar la conciencia que el niño tiene sobre
su cuerpo, así como sus sentimientos acerca de su forma y su función. En este
caso, se observa qué siente el individuo respecto de su cuerpo a juzgar por las
diferencias entre el boceto de su cuerpo ideal que elige y el que selecciona
como correspondiente al suyo propio (Cratty, 1979).
En cualquier caso, más allá de los
estudios psicológicos, como maestros de Educación Física nos interesa saber que
una buena integración y utilización del esquema corporal permite, según
Defontaine (citado por Ramos, 1979), llegar a tener una buena percepción y control
del pripio cuerpo, un equilibrio postural, la lateralidad bien definida, un
control de los segmentos corporales y de la respiración, contenidos que
dejaremos de lado aún en esta unidad didáctica (si acaso tocaremos de forma
tangencial) para trabajarlos en posteriores unidades.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada